jueves, 21 de julio de 2011

Tengo un problema con mis sentimientos.

Puede que sea así o que ellos estén bien, y el problema sea mío por querer ser pasota ante todo.

Ya lo fui durante mucho tiempo, probablemente desde que se pudo decir que tenía una personalidad marcada.

Dejé de serlo y vi el mundo de otra forma. Me gustó más, mejor dicho me encantó. Me dediqué a hacer lo que dictase mi corazón sin preocuparme por las consecuencias y me iba mejor que nunca con todo, pero la respuesta que recibí me hundió y decidí que cuando volviese a emerger fuese volviendo a ser tan frío como puediese. No por aparentarlo sino por hacerme creer a mi mismo que nada me importaba.

Ahora todo eso está más que superado pero me he quedado con esa actitud que no conoce de sensaciones que hagan a uno llorar.

Ahí está el problema. Vivir sin emociones no es vivir. Esta claro que ni mucho menos va a ser una vida pero como mínimo ha sido una época. Ni mucho menos es pesimista, hacer las cosas así es divertido pero acaba cansando.

Esto lo digo porque ahora no echo de menos, y debería hacerlo. ¡Ay! Estúpido de mi por pensar que no lo hago. ¡Claro que lo hago! Lo que pasa es que no lo muestro a los demás y ni siquiera me doy cuenta yo mismo, pero es algo que llevo ahí clavado y me fastidia tanto como me fastidiaría si saliese a la superficie de mis sensaciones.

Esto va a acabar pronto, pues aunque parezca que no sé querer (algo que yo mismo llegué a pensar) sí sé hacerlo y me sienta muy bien. Solo hace falta una cosa: motivos.

Los sentimientos se irán acumulando en mi interior mientras yo siga con esta actitud, pero en el momento en que alguien me dé una razón liberaré todo lo que tengo, con buenas o malas intenciones hacia los demás, que solo dependerán de si la razón es buena o mala.

Ya sé que eso de bueno y malo es muy relativo, pero me refiero a que si la razón es buena tendrá como reacción algo bueno por mi parte, y si es mala lo contrario. Yo igualmente voy a disfrutar porque lo más probable es que esa reacción sea un monólogo de mis pensamientos, y cuando estoy inspirado y lo hago bien lo único que siento es euforia aunque el objetivo sea dejar lo peor posible a alguien.

Al final si me paro a pensarlo siempre es bueno, porque cuando intento hundir a alguien con argumentos lo único que pretendo es que recapacite y mire las cosas desde otro punto de vista, desde el que no tenga que volver a pasarle lo mismo con alguien como yo. Menuda ironía, pues probablemente al que más le cueste recapacitar sobre lo que piensa sea a mi mismo.

Podría escribir más y más pero no merece la pena. Gracias a esto me he dado cuenta de como estoy ahora mismo y creo que me va a servir para mucho.

Si quieres querer querrás, solo tienes que convencerte a ti mismo y si tienes motivos no te costará hacerlo. Pero cuidado, si arriesgas demasiado y sale mal el más perjudicado vas a ser tú.

Por último decir que me encanta mi optimismo. Lejos de causarme la más mínima tristeza, todo lo que observo me hace ver lo complejos que somos los seres humanos, y una de mis metas es poder comprendernos lo máximo posible.

Si algo sé, es que somos complejamente simples.

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