La semana pasada nos pidieron en filosofía que relacionásemos el Mito de la Caverna de Platón con una situación de la vida real. Este es mi escrito.
Al empezar a pensar en cómo hacer esta redacción, lo primero que se le viene a uno a la mente son temas relacionados con drogas y otro tipo de adicciones, así como situaciones en las que se establece entre dos personas una relación en la que una de ellas se considera claramente superior y la otra, bien por miedo bien porque no ha conocido otra forma de vida, cree que es mejor estar así que intentar acabar con el problema. La violencia de género o la pederastia podrían ser ejemplos de esto último.
Sin embargo, creo que puedo moldear la idea de El mito de la caverna para tratar temas relacionados con la sociedad. Un mundo en el que unos pocos tienen más poder que la inmensa mayoría de la población. Si nos planteamos este hecho desde el punto de vista de alguien que pertenezca a una tribu que solo conoce la violencia como forma de demostrar el poder, resulta claramente irónico.
Pero claro, se supone que vivimos en Estados democráticos en los que un grupo de personas, denominados políticos, representan las ideas de todos creando una serie de normas que, básicamente, facilitan la convivencia entre todos los habitantes de un lugar, además de controlar hasta cierto punto una economía liderada por personas cuyas acciones deciden el futuro de todos y, en este caso, nadie de nosotros elije. La política, claro está, tiene muchas más funciones como garantizar que los derechos de las personas se cumplan.
Vayamos al hecho de la representación, que no es del todo real ya que partidos con un 10 por ciento de votos pueden obtener un escaño y partidos con un 1 o un 2 por ciento pueden tener hasta 15, además de que si un 20 por ciento de la población vota a un partido y el número de votos en blanco o nulos de esas elecciones es de un 50 por ciento, se dirá que a ese partido lo apoyan un 40 por ciento de los votantes y obtendrá su correspondiente número de escaños, cuando en realidad no es así.
Todo esto son hechos, en ningún momento hablo de si el sistema está bien así o no, o de si directamente me agrada o para nada lo hace. Lo que sí puedo afirmar es que todo lo relacionado con la política, que al fin y al cabo debería reunir todas las formas posibles de decidir cómo actuar ante una situación, es claramente discutible y puede ser planteado de infinitas maneras. Al fin y al cabo esa es la forma filosófica de actuar y el tiempo ha demostrado que acaba siendo la mejor para que la humanidad progrese, dejando de lado ahora si de verdad estamos progresando o solo estamos complicando mucho más nuestras vidas.
Con todo esto puesto sobre la mesa tratemos de analizar la situación actual. Llevamos tres años en una crisis económica en la cual cada vez nos hundimos más siempre que hacemos un amago de salir de ella. En España el mayor problema fue una burbuja inmobiliaria que muchos expertos entendían peligrosa, pero nadie les hizo caso porque todo el mundo estaba ganando dinero. Sobretodo ganaron los bancos, pero dicen que no se les puede echar la culpa ya que casi todos los que tenían una parcela de tierra, por pequeña que fuese, aprovecharon para venderla.
Vale, sí, entendido entonces. Da igual si la culpa es de todos o no pero lo que es cierto es que la única forma de arreglarlo es que todos apechuguemos con parte del problema. Sin embargo, no puede ayudar en la producción del país alguien que por mucho que busca no encuentra trabajo, más aún si ese el conjunto de esas personas en busca de empleo asciende a los cuatro millones.
En una situación tan catastrófica, todos reducen su nivel de exigencia económica y muchos pasan a realizar trabajos cobrando mucho menos de lo que habrían ganado en un empleo adecuado a su formación académica. Juntando a los que logran encontrar algo y a los que permanecen desde el principio en su puesto de empleo, nos encontramos con unos trabajadores que, en su mayoría acobardados por un posible despido cada vez más fácil, se vuelven conformistas y prefieren estar así hasta que la situación mejore y puedan encontrar algo mejor.
Todo va a peor y los bancos y cajas empiezan a hundirse, pero gracias a Dios los directivos de estas empresas consiguen prejubilarse o dimitir pasando a cobrar pensiones excesivas que ellos mismos se han destinado con dinero que, en algunos caso extremos que se han dado, llega a provenir de inyecciones de dinero pública que se hacen al banco o caja para evitar su quiebra.
Mientras tanto los políticos siguen intentando arreglar la situación con medidas muchas veces poco estudiadas y casi siempre con un corto plazo de actuación, destinadas a intentar no perder los pocos votos que les queden y poder mantener su puesto de trabajo. Al fin y al cabo hacen lo mismo que los demás. Los recortes comienzan a darse y el número de funcionarios y el presupuesto destinado a ellos comienza a descender, pero los políticos siguen cobrando lo mismo y algunos incluso se suben el sueldo. Por supuesto ninguno de ellos plantea eliminar o reformar instituciones tan poco útiles en este momento como el senado o las diputaciones, no vaya a ser que sus compañeros de partido se queden en la calle.
Digo yo que, aunque hayamos estado conformes con esto mucho tiempo y pensemos que es mejor vivir preocupados solo por problemas personales en lugar de interesarnos también por problemas comunes, ya va siendo hora de que todos comencemos a participar más en la política y decidamos más a menudo, y con criterio, cómo queremos que sea nuestra vida y la de nuestros posibles descendientes.
Quizá descubramos una realidad distinta a la que estamos acostumbrados y seamos capaces de mejorar un mundo en el que, para mal de la mayoría, la colaboración está perdiendo el hueco que tanto le ha costado hacerse. Puede que tras ver el sol prefiramos volver a la cueva de la ignorancia y observar a los que nos gobiernan sin entender sus intenciones, pero probablemente estemos mucho mejor poniéndonos a su nivel y comprendiendo que somos nosotros los que les están dando su puesto de trabajo, sus verdaderos jefes.
Fuera de la redacción, y cómo comentario humorístico, quiero comentar una imagen que vi en internet hace unos meses. En ella aparecía el líder de uno de los partidos opositores al gobierno que va a presentarse a las próximas elecciones como candidato a la presidencia, entrevistado por un grupo de periodistas. Estos le hacían una pregunta más o menos así: “¿Señor (insértese nombre del candidato), cuál es su solución para la crisis?” A lo que él responde “Pues la mía meterme a presidente, la vuestra… Ni puta idea!” Claramente es una parodia y él nunca ha dicho eso, pero si la viñeta triunfó tanto internet fue por algo.